El Ayuntamiento de Brunete tenía un problema desde hacía años: no sabía cómo luchar contra los graffitis que inundaban día a día sus calles. Así fue como nació una campaña que se dirigía a los mismísimos graffiteros y que los retaba a conseguir 300 euros.
¿Qué se hizo? Se los llamó a participar en un concurso educativo de la Facultad de Bellas Artes que consistía en limpiar su imagen. Lo que no se esperaban era que para ello debían borrar sus propios graffitis de todo el pueblo para así evitar la multa de 300 euros que se aplicaba a estos delitos. Pero no todo fue negativo, una vez terminada la limpieza se les invitó a pintar sus obras en paneles ideados para ello.
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